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Premios y Castigos, ¿Aliados o Enemigos de la Crianza?

En este artículo, exploraremos a qué nos referimos cuando hablamos de premios y castigos. ¿Qué son? ¿Para qué sirven? ¿Funcionan?. Os animo a observar en vuestro día a día cuántas veces recurrimos a ellos con nuestros peques, y a reflexionar sobre su uso.

Psi. Andrea Zotta Diz (G-7277)

12/4/20244 min read

Visualicemos esta escena:

Estás caminando por la calle, es un hermoso día soleado y tienes ganas de sentarte a tomar algo frente a un parque. Mientras disfrutas de tu café y el sol, ves a un papá con un peque de 2 añitos jugando en los juegos. Juegan con un balón, el padre se lo pasa suavemente y el niño feliz intenta patear de vuelta. Se divierten. En eso, otro niño aparece, que viendo lo divertido que es el juego, quiere participar. El niño, muy entusiasmado, cuando ve venir el balón, lo intercepta y lo coge, ¡y ríe!. Nuestro peque, al ver esto, se enfada muchísimo (lógicamente, ¡un extraño se ha metido en medio del juego más divertido con su papá!). Entonces, se aproxima a él, y con ánimos de mostrar su enfado e intentando recuperar su balón, le pega al otro niño, quien asustado y triste se aleja de la situación.

El papá, es un padre que disfruta mucho estar con su hijo…juega con él siempre que puede, y está muy comprometido con su crianza. Para él, es importante que su hijo no pegue a los demás, por lo que decide aprovechar esta situación para hacerle entender que pegar está mal. ¿Cómo lo hace?, pues como lo han hecho con él, y como ve que la mayoría de la gente lo sigue haciendo aún con sus niños… Le dice con voz firme, poniendo cara de enfadado, sujetándole la mano y quitándole el balón: ¡NO SE PEGA, AHORA NO JUGAMOS MÁS CON EL BALÓN!

Seguramente viste una escena así más de una vez. Incluso me animaría a decir que has sido parte de este tipo de intercambios, ya sea como padre, madre o incluso como hijo hace ya varios años… Intentemos comprender un poco más de qué se trata todo esto.

¿Qué son los premios y castigos?

En términos simples, los premios son recompensas que se dan cuando el niño realiza una acción o comportamiento deseado (por los padres o cuidadores), con el objetivo de reforzar esa conducta. Pueden ser tangibles (como juguetes o golosinas) o intangibles (como elogios).

Por ejemplo: "Si te lavas los dientes, te permito que veas un capítulo de Bluey."

Por otro lado, los castigos son consecuencias negativas que se aplican para desalentar una conducta indeseada. Estos pueden ser desde la privación de algo que el niño disfruta (en nuestro caso, seguir jugando con su papá al balón), hasta la imposición de una corrección física.

Por ejemplo: "No has terminado tu plato, por lo tanto te quedas sin comer el postre."


Vamos de a poco…. ¿Qué ocurre con los Premios?

El uso de premios, en principio, parece una estrategia efectiva para cuando queremos incentivar a nuestros peques a que continúen haciendo algo que consideramos positivo: si cada vez que nuestro hijo/a se lava las manos al llegar a casa, reconocerlo y felicitarlo (¡he notado que te has lavado las manos al llegar! Buen trabajo!) es una buena estrategia que seguramente conseguirá que el niño siga haciéndolo. Pero no queremos que nuestros niños hagan las cosas solo por esperar un premio. Este fenómeno, conocido como "refuerzo extrínseco", puede generar dependencia de las recompensas externas, disminuyendo la motivación interna del niño. Para evitar esto, es importante que los premios sean proporcionales y apropiados para el comportamiento, y que también se refuercen valores como la gratitud, el esfuerzo y la empatía. Los elogios genuinos, por ejemplo, pueden ayudar a que el niño se sienta valorado por su esfuerzo, no solo por el resultado. En definitiva, como padres o cuidadores, queremos que nuestros hijos aprendan a hacer las cosas por lo que eso implica en sí mismo (lavarse las manos es bueno porque mantiene la higiene y favorece una buena salud), y no simplemente por esperar un premio. Cuando para enseñar recurrimos a los premios, corremos el riesgo de que cuando ese premio no esté presente (no siempre hay postre al finalizar una comida, o por lo menos, no siempre hay un postre que el niño desee), entonces no podremos motivar la conducta.

¿Y los Castigos?

Por su parte, los castigos, aunque a menudo puede pensarse que son necesarios para corregir conductas, pueden generar efectos secundarios no deseados. Si bien a corto plazo logran cumplir el objetivo (que el peque deje de hacer algo que no queremos que haga), a largo plazo el niño no aprende por qué no debe hacerlo, ni cuales son las alternativas. Cuando el castigo se utiliza de forma autoritaria o sin una explicación clara, el niño puede sentirse desbordado, frustrado o resentido. Esto podría afectar negativamente su autoestima y su relación con los padres o educadores.

Si queremos corregir un comportamiento, es crucial que señalemos el comportamiento inadecuado, y lo acompañemos de una explicación clara. En lugar de solo "castigar", se puede orientar al niño hacia soluciones o alternativas positivas, de modo que aprenda del error y desarrolle habilidades de autocontrol.

El objetivo principal es que nuestros hijos/as modifiquen ciertas conductas por unas mas funcionales. Para ello, es importante que la indicación sea precisa, en el momento en el que está ocurriendo y que se den alternativas positivas.

En nuestra historia del parque, una opción sería que el papá le dijera a su hijo:

"Te enfada que ese niño te haya quitado el balón, pero NO se pega. En cambio, puedes decirle NO ME LO QUITES."


Claves importantes

Aquí algunos puntos clave para usar con nuestros peques:

  1. Refuerza lo positivo: Premia los comportamientos deseados, pero no de forma que el niño se vuelva dependiente de la recompensa. El elogio verbal y el refuerzo emocional son formas poderosas de motivar.

  2. Establece consecuencias claras: La idea es enseñar, no castigar por castigar.

  3. Fomenta la motivación intrínseca: A medida que el niño crece, es importante fomentar el deseo de hacer lo correcto no por miedo a las consecuencias, sino por el entendimiento de las razones detrás de las normas y valores.

  4. Hazlo con amor y paciencia: El tono y la actitud de los padres o educadores son fundamentales. Un ambiente de respeto y comprensión, donde el niño se sienta apoyado, facilitará que tengan efectos positivos.

Os invito a leer el artículo sobre Regulación Emocional que os ayudará a entender por qué muchas veces los niños/as hacen lo que hacen, y como ayudarlos a gestionar sus emociones, y sus conductas.

Lecturas recomendadas:

Disciplina Sin Lágrimas, de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson (2021). Ed: DEBOLS!LLO.